EL MISTERIO DE ALDONZA LORENZO – DULCINEA DEL
TOBOSO,
Alonso Quijano aspira a la perfección, quiere alzarse sobre las
limitaciones humanas de la soberbia, de la pereza, la ira, la envidia... Debe
cambiar toda su vida y comienza por cambiarse el nombre: Don Quijote de la Mancha,
un hombre nuevo.
Para su nueva vida
necesita un apoyo espiritual, un ideal por el que luchar, algo o alguien
sublime que le sustente, le empuje, le anime y conforte en su lucha espiritual
y en sus derrotas. Imagina a la Dama perfecta, por quien el caballero se
debe esforzar, luchar y sufrir para llegar a ser digno de Ella.
Esta perfección la vuelca en una aldeana, Aldonza Lorezo, de quien se dice estuvo
algún tiempo enamorado, y la adorna con todas las virtudes femeninas, la eleva
por encima de cualquier mujer y le
cambia el nombre, llamándola Dulcinea del Toboso.
Don Quijote crea la imagen espiritual perfecta,
hermosa en extremo y adornada de todas las virtudes femeninas. Por ella ningún sacrificio es vano, todo sufrimiento padecido en
nombre de la justicia y de la verdad hará al abnegado caballero merecedor del
amor de Dulcinea.
No hay asomo de
locura en el amor ideal de don Quijote. Si Alonso Quijano, ama en
secreto a la campesina Aldonza Lorenzo, el hombre nuevo que ha decidido ser, D.
Quijote, tendrá que ser el más sacrificado, justo, honrado, generoso, valiente,
atrevido, paciente y digno caballero de Dulcinea del Toboso, la Mujer Perfecta
He aquí su
explicación: Sancho hace un retrato de la aldeana Aldonza Lorenzo,
mientras que su señor Don Quijote eleva su descripción a las alturas del
espíritu encontrando en Dulcinea las mayores virtudes femeninas.
"-¡Ta, ta! -dijo Sancho-.
¿Que la hija de Lorenzo Corchuelo es la señora Dulcinea del Toboso, llamada por
otro nombre Aldonza Lorenzo?
-Ésa es dijo don
Quijote-, y es la que merece ser señora de todo el universo.
-Bien la conozco dijo
Sancho-, y sé decir que tira tan bien una barra como el más forzudo zagal de
todo el pueblo.
¡Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que
puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante, o por andar, que
la tuviere
por señora! ¡Oh hideputa, qué rejo que tiene, y qué voz! Sé decir que se puso
un día encima del campanario del aldea a llamar unos zagales suyos que andaban
en un barbecho de su padre, y, aunque estaban de allí más de media legua, así
la oyeron como si estuvieran al pie de la torre. Y lo mejor que tiene es que no
es nada melindrosa, porque tiene mucho de cortesana: con todos se burla y de
todo hace mueca y donaire.
Ahora digo, señor Caballero de la Triste Figura, que no solamente puede y debe
vuestra merced hacer locuras por ella, sino que, con justo título, puede
desesperarse y ahorcarse; que nadie habrá que lo sepa que no diga que hizo
demasiado de bien, puesto que le lleve el diablo. Y querría ya verme en camino,
sólo por vella; que ha muchos días que no la veo, y debe de estar ya trocada,
porque gasta mucho la faz de las mujeres andar siempre al campo, al sol y
al aire.
Y confieso a vuestra merced una verdad, señor don Quijote: que hasta aquí he
estado en una grande ignorancia; que pensaba bien y fielmente que la señora
Dulcinea debía de ser alguna princesa de quien vuestra merced estaba enamorado,
o alguna persona tal, que mereciese los ricos presentes que vuestra merced le ha
enviado: así el del vizcaíno como el de los galeotes, y otros muchos que deben
ser, según deben de ser muchas las vitorias que vuestra merced ha ganado y ganó
en el tiempo que yo aún no era su escudero. Pero, bien considerado, ¿qué se le
ha de dar a la señora Aldonza Lorenzo, digo, a la señora Dulcinea del Toboso,
de que se le vayan a hincar de rodillas delante della los vencidos que vuestra
merced le envía y ha de enviar? Porque podría ser que, al tiempo que ellos
llegasen, estuviese ella rastrillando lino, o trillando en las eras, y ellos se
corriesen de verla, y ella se riese y enfadase del presente."
A lo que replica Don Quijote:
"-Ya te tengo dicho antes
de agora muchas veces, Sancho dijo don Quijote-, que eres muy grande hablador,
y que, aunque de ingenio boto, muchas veces despuntas de agudo. Mas, para que
veas cuán necio eres tú y cuán discreto soy yo, quiero que me oyas un breve
cuento:
Has de saber que una
viuda hermosa, moza, libre y rica, y, sobre todo, desenfadada, se enamoró de un
mozo motilón, rollizo y de buen tomo. Alcanzólo a saber su mayor, y un día dijo a
la buena viuda, por vía de fraternal reprehensión: ---"Maravillado estoy,
señora, y no sin mucha causa, de que una mujer tan principal, tan hermosa y tan
rica como vuestra merced, se haya enamorado de un hombre tan soez, tan bajo y
tan idiota como fulano, habiendo en esta casa tantos maestros, tantos
presentados y tantos teólogos, en quien vuestra merced pudiera escoger como
entre peras, y decir: "Éste quiero, aquéste no quiero".
Mas ella le respondió, con mucho donaire y
desenvoltura:
-"Vuestra merced, señor mío,
está muy engañado, y piensa muy a lo antiguo si piensa que yo he escogido mal
en fulano, por idiota que le parece, pues, para lo que yo le quiero, tanta
filosofía sabe, y más, que Aristóteles".
Así que, Sancho, por lo que yo
quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de la
tierra.
Y así, bástame a mí pensar y
creer que la buena de Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta; y en lo del linaje
importa poco, que no han de ir a hacer la información dél para darle algún
hábito, y yo me hago cuenta que es la más alta princesa del mundo. Porque has
de saber,Sancho, si no lo sabes, que dos cosas solas incitan a amar más que
otras, que son la mucha hermosura y la buena fama; y estas dos cosas se hallan
consumadamente en Dulcinea, porque en ser hermosa ninguna le iguala, y en la
buena fama, pocas le llegan. Y para concluir con todo, yo imagino que todo lo
que digo es así, sin que sobre ni falte nada; y píntola en mi imaginación como
la deseo, así en la belleza como en la principalidad, y ni la llega
Elena, ni la alcanza Lucrecia, ni otra alguna de las famosas mujeres de
las edades pretéritas, griega, bárbara o latina.
Y diga cada uno lo que quisiere;
que si por esto fuere reprehendido de los ignorantes, no seré castigado de
los rigurosos.”
Con fe y voluntad todo es posible y con estas armas Don Quijote consigue su propósito, saliendo vencedor de sí mismo, con el apoyo espiritual de su Dama, Dulcinea del Toboso."