viernes, 19 de abril de 2019



De lo que le avino a don Quijote con una bella cazadora.




En esto, llegó don Quijote, alzada la visera, y dando muestras de apearse, acudió Sancho a tenerle el estribo, pero fue tan desgraciado que al apearse del rucio se le asió un pie en una soga del albarda, de tal modo, que no fue posible desenredarle; antes quedó colgado del, con la boca y los pechos en el suelo. Don Quijote, que no tenía en costumbre apearse sin que le tuviesen el estribo, pensando que ya Sancho había llegado a tenérsele, descargó de golpe el cuerpo y llevóse tras sí la silla de Rocinante, que debía de estar mal cinchado, y la silla y él vinieron al suelo, no sin vergüenza suya, y de muchas maldiciones que entre dientes echó al desdichado de Sancho, que todavía tenía el pie en la corma.

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