CABALLERO ANDANTE, QUIEN ES QUÉ DEBE SABER
.-De mí sé decir que, después que soy caballero
andante, soy valiente, comedido, liberal, bien criado, generoso, cortés,
atrevido, blando, paciente, sufridor de trabajos, de prisiones, de encantos..
-Si me tuvieran por tonto
los caballeros, los magníficos, los generosos, los altamente nacidos, tuviéralo
por afrenta inreparable; pero de que me tengan por sandio los estudiantes, que
nunca entraron ni pisaron las sendas de la caballería, no se me da un ardite:
caballero soy y caballero he de morir, si place al Altísimo. Unos van por el
ancho campo de la ambición soberbia; otros, por el de la adulación servil y
baja; otros, por el de la hiprocresía engañosa, y algunos por el de la
verdadera religión; pero yo, inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda
de la caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la hacienda, pero no la
honra.
-Hemos de matar en los
gigantes a la soberbia; a la envidia, en la generosidad y buen pecho; a la ira,
en el reposado continente y quietud del ánimo; a la gula y al sueño, en el poco
comer que comemos y en el mucho velar que velamos; a la lujuria y lascivia, en
la lealtad que guardamos a las que hemos hecho señoras de nuestros
pensamientos; a la pereza, con andar por todas las partes del mundo, buscando
las ocasiones que nos puedan hacer y hagan, sobre cristianos, famosos
caballeros
-Al caballero pobre no le
queda otro camino para mostrar que es caballero sino el de la virtud, siendo
afable, bien criado, cortés, y comedido, y oficioso; no soberbio, no arrogante,
no murmurador, y, sobre todo, caritativo; que con dos maravedís que con ánimo
alegre dé al pobre, se mostrará tan liberal como el que a campana herida da
limosna
-Sí -respondió Sancho-; pero yo he oído decir que
hay más frailes en el cielo que caballeros andantes.
-Eso es -respondió don Quijote- porque es mayor el número de religiosos que el de los caballeros.
-Muchos son los andantes -dijo Sancho.
-Muchos -respondió don Quijote-; pero pocos los que merecen nombre de caballeros
-Eso es -respondió don Quijote- porque es mayor el número de religiosos que el de los caballeros.
-Muchos son los andantes -dijo Sancho.
-Muchos -respondió don Quijote-; pero pocos los que merecen nombre de caballeros
-...el andante caballero
busque los rincones del mundo; éntrese en los más intrincados laberintos;
acometa a cada paso lo imposible; resista en los páramos despoblados los
ardientes rayos del sol en la mitad del verano, y en el invierno la dura
inclemencia de los vientos y de los yelos; no le asombren leones, ni le
espanten vestiglos, ni atemoricen endriagos; que buscar éstos, acometer
aquéllos y vencerlos a todos son sus principales y verdaderos ejercicios.
LO QUE
DEBE SABER EL CABALLERO ANDANTE
-Es una ciencia (la de
la caballería andante) -replicó don Quijote- que encierra en sí
todas o las más ciencias del mundo, a causa que el que la profesa ha de ser
jurisperito, y saber las leyes de la justicia distributiva y comutativa, para
dar a cada uno lo que es suyo y lo que le conviene; ha de ser teólogo, para
saber dar razón de la cristiana ley que profesa, clara y distintamente,
adondequiera que le fuere pedido; ha de ser médico, y principalmente
herbolario, para conocer en mitad de los despoblados y desiertos las yerbas que
tienen virtud de sanar las heridas; que no ha de andar el caballero andante a
cada triquete buscando quien se las cure; ha de ser astrólogo, para conocer por
las estrellas cuántas horas son pasadas de la noche, y en qué parte y en qué clima
del mundo se halla; ha de saber las matemáticas, porque a cada paso se le
ofrecerá tener necesidad dellas; y dejando aparte que ha de estar adornado de
todas las virtudes teologales y cardinales, decendiendo a otras menudencias,
digo que ha de saber nadar como dicen que nadaba el peje Nicolás, o Nicolao; ha
de saber herrar un caballo y aderezar la silla y el freno; y volviendo a lo de
arriba, ha de guardar la fe a Dios y a su dama; ha de ser casto en los
pensamientos, honesto en las palabras, liberal en las obras, valiente en los
hechos, sufrido en los trabajos, caritativo con los menesterosos, y,
finalmente, mantenedor de la verdad, aunque le cueste la vida el defenderla.
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